miércoles, 27 de febrero de 2013

Ver a través del humo


Medicina Rossa, por Alberto Seveso


De pronto estás sentado frente a un escritorio. Puede ser en tu casa, en tu oficina. La gran pantalla te devuelve tu reflejo atónito. Gris. Entre cuatro paredes y una luz, más que cálida, azulada y triste. Hay una puerta, quizá cajones y estantes, pero nada de eso es determinante. Un sueldo...probablemente bueno. Afuera hay cosas que desde dentro se arremolinan y mezclan en un bullicio que asemeja una fiesta de pueblo a la distancia. Tu coche recién lavado en el sótano. Tienes familia, casa y pudiera ser, que hasta alguien ligera y controladamente amado te espera para cenar. Quizá hasta contemplaste o llegaste al extremo de tener hijos. Entonces, como lo que se debe sentir caer de cuerpo entero en un frasco de gel, te das cuenta que lo tienes todo…llegaste, lo has conseguido. Tienes los medios, el trabajo, el transporte y los cinco días de vacaciones al año. El brillante reloj que ahora te obliga a subir la ventanilla del coche cada vez que te toca el rojo en un alto. Tienes la ropa y también el miedo de desnudarte a plena luz. Tienes, tan tuya, esa duda, flotando sobre tu cabeza. Esa nube que te muestra y entremezcla tu todo en un remolino viscoso y pesado que derepente toma tintes turbios. Lo tienes todo. Has alcanzado la aspiración máxima, la rutina premeditada. Perfecta. Los zapatos de ante en combinación inmaculada con los sillones de la sala. La sala en la cual hace tres meses no te sientas. Los libros cubiertos por sus fundas de plástico. La ansiedad de la ascensión laboral. La ansiedad de una creación sin creencias. El parque que cambia de estación como un cine continuado. Y ahí sigue, también la nube de humo. El incesante humo del tabaco, de la droga, de los autos, de los edificios de fábricas que se erigen en tu mente deslizándose lentamente por todo el cuerpo. Humo. Humo. Humo. Quizá sea eso lo que oculta la luz del sol colándose por las rendijas de tus ojos.

Uno lucha contra el humo. Se libra de la oscuridad poco a poco. Comienza un nuevo año y al mes es ya pasado. Toma decisiones que pareciera ser, nos hacen cada vez más libres, más “felices”, por no decir sonrientes. Uno deja de ir al "pare de sufrir" porque cree que paulatinamente, entre risa y canto, ha parado. Poco a poco. Uno deja de sentirse gris. Y entonces los días transcurren entre reafirmaciones y descubrimientos. Entre nuevas voces y miradas depredadoras-presa. Correteamos y nos corretean con un ansia de ser atrapados a medio vuelo y devorados de golpe; con avidez.
Pero de pronto. Sucede que se cae de bruces, como en un bache. De cara contra el suelo, tragando polvo. Como en cualquier hondonada. En una no prevista depresión del terreno. Una depresión del tiempo. Del ser. Y bastan entonces, tan solo diez minutos de despiste. Diez minutos de auto-lástima, para voltear los ojos al cielo y convertir esa risa solitaria en una ansiedad incomprendida. Ansiedad sin nombre que te toma de los hombros y los agita furiosamente durante la noche. Ansiedad depredadora de paz. De la calma, nuestra calma, ya por instantes tan mía. Nos acosa en pequeñas ideas, en desfiguradas muecas que no reconocemos frente al espejo. 

Uno se siente de pronto libre y se da permiso de tirarse al sol en calzones, predicando que su vida es perfecta. En calzones, al sol en el pequeño jardín leyendo cinco o hasta seis libros inconclusos. Sin prisas. Pero de pronto también sin tener oficina ni cuatro paredes blancas. Uno se pone serio. El sol no nos hace cosquillas y nos preguntamos hasta cuando pesará tanto el  estómago. El cuerpo cae desde la cabeza hasta los pies compactando los órganos y las articulaciones en un ser diminuto y pesado. Se podría decir que poco ha cambiado, y sin embargo la voz se ha vuelto oscura y los ojos no bailan. Mis ojos. Nos distraemos y en diez minutos tiempo, guardamos la risa en cajones que no podemos localizar, en escondites perdidos. La capacidad se torno miedo. El trabajo peso completo. Nos distraemos (me distraje) y la ausencia de mar (me) acomete como una enfermedad funesta. Podemos sentir ya el humo, el mismo humo de todos, que pugna por salir por cada uno de nuestros orificios. 

Pero hay algo... descansa algo muy atrás de nuestras cabezas, que sabe, confía en que pasará. Porque no se puede existir plenamente en duda continua. Nos hemos inventado artificios y recurrido al presente. Pasará, como ha pasado siempre. Cada vez más espaciado, cada vez con una menor consciencia de falta. De vacío. En el aburrimiento descansan todas las preguntas. Es en el tiempo que vive el ansia, y sabemos que volveremos a llenar las horas impidiendo que está regrese a anidar en nosotros por temporadas largas. Este tiempo de interrogantes que llenamos con esferas de cristal, cuadros de renombre y ropa usada. Con la certeza del fin, una esperanza que nos mantiene con un pie en el sol mientras se cubre el cuerpo entero con mantas. La esperanza...como pobladora de todo este humo. Clarividente ciega. Por eso ella, la esperanza, también restaba junto con los demás males dentro de la caja de Pandora. No hay engaño.

¿Hemos caído en verdad, o jugamos tan solo a rehabilitarnos furiosamente?
Ver a través de los ojos del cuerpo. Con avidez. Ver desde el aburrimiento. A través del humo.

7 comentarios:

  1. Lo comencé a leer por curiosidad, de pronto me atrapó y asi de prontó pensé, lo podría haber escrito Sofía!..... me adelanté rapidísimo para saber quien lo había escrito y .... que agradable sorpresa..... ya puedo identificar tu "estilo", ese del que habla Ayn Rand, al menos tu estilo de hoy.

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  2. Leer cinco o seis libros inconclusos, me detuve ahí, me hizo gracia, eso me pasaba cuando joven.Entonces los retomaba. Sin embargo, con algunos, leí el final y listo, misión cumplida.

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  3. "...los ojos no bailan. Mis ojos."

    "Una depresión del tiempo. Del ser."

    "Has alcanzado la aspiración máxima, la rutina premeditada. Perfecta."

    Ese estilo me encanta. Implica dominio literario, como el del artista plástico que debe dominar los colores.

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    1. Siempre agradecida por tus comentarios. Profundamente. Un afectuoso saludo.

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  4. Lo leo hoy justo que el sol brilla, el cielo está despejado y el clima es agradable, justo hace un minuto antes de leer tu texto me preguntaba ¿qué otra cosa me gustaría estar haciendo? Bueno, después de leerte quiero salir a correr. :D

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  5. Roger, disculpa la tardanza en contestar, hace días o semanas que no revisaba este blog. Gracias por leerme, es un honor poder provocar algo, que mejor que ganas de correr. :)

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