domingo, 22 de abril de 2012

Ayer fue un día de encierro y silencio. Lunes. Su sonido me encantá. He comenzado a relacionarlo con nuevos comienzos, con vasos de agua fresca, con días de sol y metas (como tanta gente). Desde la calle me sonríe la nieve que ya no está. Los árboles todos salpicados de verde demuestran sus intensiones de cubrirse de hojas. La gente ha cambiado el negro por el rosa y poco a poco cambian sus rostros; sus ojos toman otro matiz. Vivo en otra ciudad. Me gusta. Yo, silencio. Ahora sonrío de tener el mismo tiempo que llevo. Camino por el río cada mañana como si me estuviera despidiendo. Con esta vida acelerada he aprendido que todo es una constante despedida. No extraño, porque reconozco. Me despedí de Atitlan apenas llegaba y aún lo siento; aveces lo añoro y puedo por segundos sentir que estoy frente al río, sobre la montaña. Me sueño tomando té en Prinsseseweg, y huelo la casa. El olor se me escapa y me frustro por lo poder recogerlo en cualquier objeto. Me sueño abrazada a él y cierro los hojos. El café está listo; de nuevo he puesto suficiente para dos. Estaá bien, ahora tomo el doble. Me pregunto que es lo que amo. Si podré estár bien sin los parques, los ríos y las montañas. Me pregunto si podré estar bien sin teatros, sin calles, sin bibliotecas. Me pregunto en donde estaré en dos meses y si cuando sea vieja olvidaré todos mis viajes y casas. Olvidar me da miedo; por eso atesoro recuerdos y despedidas. Mientras más vivo hay más cosas que se puedo olvidar.

miércoles, 18 de abril de 2012

Te fuiste y regreso el invierno.
Pretendo que estás y preparo café para dos. Me quedo quietecita y así te huelo en la casa. Esta casa que bien podría ser un hotel de México, podría salir y tomar calzada de Tlalpan rumbó a mi casa, rumbó a tí. Pero en cambio salgo a tomar mi coche y no tengo. Es Vilnius. Está el río que me saluda siempre moviendose, la nieve derretida que cubrío cada rincón, las calles que no transito, la gente que apenas comienza a sonreir. Yo sonrío vacía. He descubierto un dolor mudo instalado en mi cuerpo. Pareciera que no se irá nunca y por otra parte es sutil, suave y siento que podría acostumbrarme a el.

sábado, 7 de abril de 2012

El dolor ha sido grande, grande como una casa. Lloro y siento que escupiré mis organos para despues recogernos del piso sucio y mojado. Me quedaré sola de varios modos, algunos conocidos y otros nuevos. Sola de nuevo en mas sentidos de los que disfruto, o considero un lujo. Hemos comido y dormido entre risas y llantos. Caminamos al sol y a la lluvia, vino. Me enscondí de mi misma en un vaso de cerveza caliente. Por las noches me desnudo en el baño y no reconozco más mi olor. Amo lo que he perdido. Pero dejar ir, nunca antes ha sido perder nada.

martes, 3 de abril de 2012

marzo

Soñé de nuevo con el fin del mundo. La inundación total. Soñé con la familia, despedidas, llantos y decisiones. Nos abrazábamos, me dolía el alma. Planeaba nadar más fuerte, sobrevivir. Escondía el único foco que tenía, planeaba seguir viviendo. Hablé con mi abuela, escuche su inconformidad respecto a su vida, hablé de mi inconformidad respecto al fin de la mía. Despues pensé en lo que haría si sobrevivía la inundación. Pensé en mi cuerpo a la deriva y nadie para salvarlo. Me ví tocando tierra y ni un ser para reconfortarme. Pensé en la tierra muerta. El mundo de silencio. Dude sobre luchar.

Soñé con una iglesía antigua. Una misa extraña y toda la familia de Chiapas incluyendo a mi Tía. Mi madre corría muerta de risa con las tías de C.R. porque J las asustaba. El sacerdote se enojaba porque el vino de consagración resultaba ser caldo de pollo. Lo tiraba todo en su toga. Me cortaban el pelo, me ofendían.

Soñé de nuevo con el vertigo. Soñé con Paula y Enrique, y su casa a la cual no podia subir por el vertigo en las escaleras. Soñé con unos panecillos deliciosos.

Ahora neva de nuevo. Ahora ya no neva más. Nieve purificadora de almas. Persistente nieve de quien tengo que aprender como copo a copo cubre a una entera ciudad. Nieve hoy no te quiero. Nieve Maestra.