sábado, 28 de julio de 2012

Cansada de buscar los momentos perfectos. Cansada de esperar aquel momento ajeno, incontrolable en el cual decide quererla plenamente. Quererse. El momento instante. El instante cumbre. El pivote. La cima. El todo. Quizá siempre ha sido demasiado animal para ser mujer. Demasiado instinto, demasiada vida. Vida corta, impredecible. Vida que cae en desbandada por la borda. Vida en vértigo constante. Vida deseo. Demasiado deseo de vida en un solo cuerpo. Un cuerpo en el que a ratos frecuentes no cabía ni ella misma. Un cuerpo que le quedaba pequeño, pequeño e incomodo. Como cuando te afanas por ponerte un vestido que no queda y entonces subes el cierre, con ayuda de alguien más, de el calzón faja y de la mayor retención de aire posible, entonce sube. Sube, pero cuando te relajas sientes que te encuentras presa en algo tan simple como un vestido, pero tan incomodo como otra piel. La belleza se escapa y toda aquella gloria de la elegancia se ve comprometida por el sentimiento de gigantez oprimida, de encarcelamiento, de mascaras y falsedades. Deseas en secreto que se reviente, que se reviente en frente de todos y que caigan tus cueros y tus ropas de golpe en la pista. Que se reviente todo y entonces quedarte floja, cómoda, desnuda. Enfrente a una multitud perpleja. Una multitud asqueada pero envidiosa. Oprimida, reservada, con vestidos apretados y pretinas al borde del estallido. Multitud envidiosa. Y tú tan ligera, tan encuerada. Te pones a reír. Así se sentía, así, pero antes del estallido, mucho antes de los cueros y la risa. Era parte de la gran multitud y la única marcada diferencia era que nadie reía, ni ella, ni el, ni un persona en toda la bandada de apretados.

lunes, 2 de julio de 2012

México. Me dueles

México. Me dueles. Me duele lo que te pasa. El futuro que te hemos elegido. Me duele verte así tan sin esperanzas. Saber que regresamos a un gobierno que no me inspira cambio. A un gobierno que llegó al poder de las maneras más sucias. Saber que somos un pueblo en mayoría con necesidad, entender que si ya perdimos todo no hay mucho más que perder. Aceptarme todos, pero hablando desde mí. Desde mi carácter y mis circunstancias entrecruzadas. Yo soy quien voto libremente, también quien salió a votar amedrentado, quien vendió su voto por necesidad o hambre. Yo soy quien sueña en un cambio. Quien hubiera deseado pasar el domingo en vela contagiada de alegría. Quisiera hoy estar de fiesta, no con el pecho oprimido. Existía un deseo rabioso de salir sonriendo a la calle. De celebrar, de ilusionarme y esperar un cambio. Caí de golpe. Caímos. México. Me dueles. Tus prácticas. Sobretodo tu nuevo gobierno. Me dueles. Por el pueblo que hemos sido, y por quienes seguimos siendo. Me dueles por las circunstancias que nos hicieron llegar a resultados como los del domingo. La gente que las promueve, la gente que las permite y la gente que se ve orillada a seguirlas.
Somos jóvenes. Somos muchos. No hemos despertado aún pero sin duda abrimos los ojos. Pareciera que todo ha terminado pero en realidad está comenzando. Toma vuelo. Las caídas enseñan, pero enseñan para mañana, para hoy. Me ilusiona pensar en lo que viene al vernos uniendo fuerzas. Sin armas. Con libros. Abrir los ojos y sabernos capaces de cualquier cosa. Qué no nos pegue la calma, por favor, no te duermas. Tantas consciencias, tantas manos, tanta necesidad y deseo de cambio. Levantemos las manos. Luchemos, una lucha que solo tendrá sentido y fuerzas cuando los oprimidos y aquellos que con ellos realmente se solidaricen, busquen recuperar su humanidad, cuando no se sientan idealistamente opresores de los opresores, sino restauradores de la humanidad de ambos. Ahí radica la gran tarea humanista e histórica de los oprimidos: liberarse a si mismos y liberar a los opresores. Se tiene que “llegar a una liberación no por casualidad, sino por la praxis de su búsqueda; por el conocimiento y reconocimiento de la necesidad de luchar por ella. Lucha que, por la finalidad que le darán los oprimidos, será un acto de amor, con el cual se opondrán al desamor contenido en la violencia de los opresores, incluso cuando ésta se revista de la falsa generosidad. (Freire Paulo) Tenemos un México que sangra, que está herido. Tenemos miles, millones de manos que saben curar, que quieren hacerlo. Eda Sofía Correa

domingo, 1 de julio de 2012

Duele como una jaula. Palpita, reduce el aire. Una avalancha viene, y pongo las manos enfrente para escudar mi cuerpo sabiendo que me pegara con la fuerza de cien montañas. Jugué como una niña, inocente, torpe, ingenua. Tan ingenua. Aventé mi piedra al panal. Aventé mi piedra al panal de abejas estando parapléjica. Ahora no me muevo, no puedo correr. Siento el ardor, las punzadas. Permanezco inmóvil, quieta, adolorida. Díganme, cuánto dura esto. Cuando tiempo antes de caer.