lunes, 12 de marzo de 2012

soñé

Soñé que soñaba que vivía. Me soñé en Lituania, en una parada de un bus que no llegaba. Hacía frío y había un concierto de música en un idioma extraño que todos entendían. El bus llegó, y yo me fui. La noche azul eléctrico y yo bailando. Movimiento, fluidez, ambición. El cielo cercano, lo podía oler en todo el cuerpo. Estaba cansada, pero sorprendida. La vida que corre por mis venas es hermosa, soy una maquina de misterios. Engranes que encajan perfectamente girando sin parar. La vida me colma, me inunda, me grita que viva. Que viva. -Vive Sofía! Y yo, vivo.
Vivir inevitablemente significa que moriremos. Que moriré. (Porque en este momento pienso en mi.) El sueño como simulacro de la muerte. Cada noche. Simulacro continuo. El sueño entonces me acosa, me aterra la paz y el deseo. La muerte como un dormir constante. El sueño vida.
Soñé que vivía. No conozco nada más solitario que la felicidad absoluta. El asombro completo de la existencia, el éxtasis. Soledad profunda.
Pensé en algo tremendamente bello, cuando quise recordarlo solo tenía ganas de llorar.

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