miércoles, 2 de noviembre de 2011

1-11-11



Ayer la primera clase de yoga con Andriana fue algo interesante. Uno descubre los logros de su propio cuerpo hasta compararlos con las limitaciones del cuerpo ajeno. Las limitantes del ser, los límites del hacer. Me sentí sana y en armonía. También sentí que podría compartir eso.

Hoy salió el sol y he pasado la mayor parte del día persiguiéndolo.

Me he dado cuenta que el tiempo es una ilusión con poder. Qué puede ser más peligroso que eso?

Vengo de leer en el parque trasero de mi casa.. con mi sándwich de huevo que me sobro del desayuno en Hema y un termo con té. Regreso a leer hoy por primera ver en muchos días. No entiendo como había encontrado tanta alegría sin abrir ni una sola página. Es similar al descubrimiento de los límites y los extrañamientos en comparación.
Ahora me doy cuenta de lo que despierta en mí. Entiendo el exceso de ansiedad y recuerdo el sentimiento de reconocerse.

Me reconozco en las páginas. También en las que no entiendo.

Me siento anestesiada, no se si es el cansancio. Como si estuviera en un simulacro y todo lo que pasara a mi alrededor fuera pura actuación. Tengo deseos de ir al centro para comprobar que tanto se extiende el escenario; sus entradas y vericuetos. Quien de nosotros es real? NO puedo decidir hacer nada. Siento que si permanezco inmóvil podré frenar muchas otras cosas.

Como los ciclistas que pasan frente a mi ventana. Cuando termina la ventana paran, giran las bicicletas, esperan y vuelven a pasar en sentido con contrario, igual que los coches que giran en un circuito eterno.

Que necesito hacer hoy. Nada. Que debo hacer hoy. Nada. Estamos constantemente condicionados a la acción, al transcurrir irrefrenable. Hacemos nada y estamos haciendo.. nada. Haciendo. Ser es hacer.

Mis movimiento se tornan lentos, lentos. Levanto la taza a mi boca y tardo un minuto eterno. Siento el poder de hacer que este día no termine nunca, y ese poder me esta nublando la realidad. Esta nueva realidad mía que existe ahora. Aquí.

Si salgo a caminar camino por calles reales? Es extraño pensaran. Es difícil no pensarlo, pienso yo. Cómo llegaron estas calles aquí? Quién las puso? Porqué salgo de mi casa y estan? Y esta casa… estamos todo scomo una gran casa comunitaria viviendo nuestras vidas. Si por un segundo desaparecieran los muros sería vergonzoso poder mirar dentro de las vidas y los baños de toda esta cuadra. Compartimentalizamos lo que somos. Estamos acostumbrados a ser. A ser dentro de este cuerpo y este mundo. Pero cómo llegamos a esta costumbre tan nefasta y cotidiana.
Quien soy dentro de este cuerpo? Que es este cuerpo de mí? Qué soy yo de el? Me pellisco el cachate y me duele, pero me duele ami? Porque me duele y no me exita?

Quien soy yo en este arreglo infinito de celulas para dudar de las calles que aparecen frente ami ventana. Hemos planeado tan bien tantas ciudades y mapas, podemos recorrerlas, venderlas y aún mejor ignorarlas. Pero no sabemos nada de ellas, de nosotros. No se nada. Es el mismo no saber que me llena de asombro infantil, de curiosidad morbosa y alegre, el que me hace sentir miserablemente confundida, lenta, sin sentido. Pero de que sirve el sentido y si este tampoco es nada volvemos a los mismo.

Oroboros humanos, oroboro de vida, de ser. Es el ser que se revuelva sobre si mismo. El ser que le pregunta al ser sobre sí y recibe una bofetada en la cara.


Y al final de todo. Qué importa. Voy a bañarme. Tengo que salir, tocar el mundo, comprobar que está ahí.

Poner la otra mejilla.

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