Digo agua y
tengo sed. Infinita sed.
Digo agua y chorreo. Suena agua en mis entrañas cuando paso el día sin
comer, sin comida, sin ti, sin hambre. Agua en mi instinto primigenio de mujer
pez, de mujer grieta. Dime, ¿cómo escribir sobre el agua sin comenzar a gotear
sobre el papel? Sin mojarme, sin salpicarlos a todos. Escribir el agua como una
imposibilidad; como pintar el mar. Manchas azules sobrepuestas y toda mi piel
erizada. Palabras entre palabras y mi ser húmedo. El agua que me colma y me
acomete a oleadas cuando me distraigo del aburrimiento y me encuentro, entre
una esquina y otra, despierta. Viva. Amarrarse un hilo rojo al pulgar derecho
para acortarse todo el día que Existimos. Existo. Agua que me puebla, como tu.
Como a ti que no te tengo y ya te me escurres entre las piernas. Húmedo. El agua
que me salva del abismo, del suicidio en mis sueños. -Soñé con la censura. Soy
toda de agua y ésta me sorprende en desbordada continuada, en el tráfico y en
mis noches de falso insomnio. Hoy se hizo tarde de nuevo. Siempre es tarde para
escribir lo que todavía no escribo. Todo lo que escribo está bañado en agua de
sal. Mójense. Me mojo los pies y me lleno el pelo de sal de cocina, que sin
agua, mi presente no tiene futuro. Agua en la que baño mis miedos y recubro mis
ansias. Ser de agua y de tormentas. Déjame mojarte, mojarme. Con mis ganas, con
las ganas de mis muertos. Digo agua y mis ojos se pueblan de mares. Mares
lejanos rodeados de arrozales como los que alguna vez tuve. Mares violentos que
crujen como mis huesos en la madrugada. Crujen: como el sonido de todos mis
muertos. Todos cayendo en enero. Este mes de juicio. La familia Arias. Mi
familia. Muere en enero. Y pienso entonces que el mar es como la muerte. El
agua, el batir, el vacío y la ausencia. Las respuestas y la humedad del suelo
se confunde con las olas. El musgo y los gusanos son algas. Y entonces, entre
agua y gusanos me pasa que pienso en sus manos. En sus manos sobre mi cuerpo. Húmedo.
Puedo ver que mi escritura es revuelta. Revolcada. Se anuda entre los altos de
insurgentes, mis dudas y mi deseo. Toda el agua que soy. Me doy cuenta que
escribo por partes, a destajos que pierdo entre los pliegues de mi piel y el
silencio del coche que enmudece a la ciudad como un simulacro. Me doy cuenta
también, sin querer, que no puedo, que no he escrito el agua. Aunque ésta me
pueble. Aunque juro, alzando los ojos al cielo, que puedo sentirla. Entre los
secretos. Entre los deseos y las palabras que no encuentro. Perdón. No puedo, escribir
el agua. Borbotea, cae, fluye, corre, enloda, resbala, moja, inunda y escurre. El
agua que me inunda y me escurre.
"Queridos todos, de los 14 trabajos recibidos han sido seleccionados cuatro
ResponderEliminarAgua, de Eda Sofía Correa
En busca del undécimo colibrí, de Nora Coss
Viaje al interior, de Héctor Medina
Lunes de electricidades, de Roberto Sanabria Martínez
besos y abrazos"
Mario González Suárez
Director Académico
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