http://www.flickr.com/photos/fotomaniako/5525884443/
Puedo desde aquí ver los
pequeños, diminutos coches que se apelotonan en cualquier calle esperando a que
pase la lluvia. Puedo, con el temblor
del miedo y de la expectativa, mecerme sobre esta cuerda hecha toda de mi pelo. No se bien en que momento trepé por lo largo
y alto de mi trenza. Subí sonámbula, tejiéndome una ideología, un modo de vida.
Tan sola y tan alto, logro verlos a ustedes, a ti, desde estos abismos
invertidos.
Reconozco que he decidido
columpiarme al borde de una caída fatal que bien podría destruir todas mis
ganas. Alcanzo a ver, algunas veces con terror y otras con un reconocimiento
turbio y una suave risa que oculto de todo quien me observa, que agito la
cuerda a voluntad; la enredo, y le desgasto partes para colmarme de emociones
diversas, y entre la desolación absoluta del fin, disfruto. Saboreo reconstruir
e inventarme formas que me permiten seguir balanceándome.
Les diría que subieran
conmigo. Podría pedirte a ti, con la mano extendida y los ojos llenos de tus
labios, que saltes. Que cambies de la política, a mi cuerda. Que trepes a
través de tu habilidad funambilista, funambulesca, a mi vértigo absoluto.
Este vacío con gusto
agridulce.
Porque el terreno sólido se
ha convertido todo en tedio, y me quedo dormida entre parques y lecciones. Las
alturas se han cubierto de insomnio, de palabras y asaltos intempestivos en el
pecho. Tengo los sentidos alerta para no caer, y puedo aún acomodarme entre tus
piernas; buscar las posiciones exactas y el ritmo justo para recorrer el mundo
desde mi circo.
Donde esta carpa a cogido
fuego y el silencio se ha vuelto tambor.
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